domingo, 6 de abril de 2008

Lanús 0 - 1 River





La previa prometía un buen partido en el Sur. Lanús, último campeón del fútbol argentino, recibía a River, líder del Clausura. Ambos llegaban a esta novena fecha con la cabeza, en algún punto, puesta también en la Copa Libertadores, en la que intentan meterse en los octavos de final. El equipo de Simeone, quien volvía a poner desde el arranque a Cabral, Ahumada, Augusto Fernández y Buonanotte, venía de caer en México ante el América. Entre semana, el Granate había empatado con Estudiantes, también por el torneo continental. El técnico local repetía los once.

En el comienzo fue Lanús el que tuvo la iniciativa. Con sus líneas bien adelantadas y mucha presión en el medio, intentó acorralar contra su arco a un rival que salió a jugar con cierta cautela. Apenas habían pasado dos minutos, cuando Valeri metió una pelota cruzada desde la izquierda y Sand estuvo a punto de cabecear. La respuesta visitante llegó cerca del cuarto de hora. Falcao no pudo conectar un centro bajo, chocó con Bossio y el rebote le quedó a Buonanotte, quien definió mal y la bola dio en uno de los defensores que había caído en la acción anterior.

Con el pasar del tiempo, el trámite empezó a marcarse por la fricción, la lucha y la escasez de espacios. Aunque tampoco abundaban las ideas ni mucho menos. Dentro de este panorama, River tuvo una chance clara cuando promediaba la etapa inicial. Falcao encaró por el medio, cerca de la medialuna del área. Por la derecha estaba el chileno Sánchez, solo. Pero el colombiano prefirió darle al arco. Por arriba. A los treinta, producto del calor, el árbitro Pezzotta detuvo el juego para que los futbolistas se refresquen.

Hacia el descanso, los dos contaron con una buena ocasión para romper un cero que, lentamente, se fortalecía cada vez más. Bossio respondió muy bien sobre su palo derecho ante un tiro libre de Abelairas. Y enseguida, Sand tuvo una inmejorable. Quedó habilitado y sin marca tras un envío al área, pero cabeceó muy mal y la pelota salió alta. De cara a la segunda parte, la consigna era compartida: afilar la puntería de tres cuartos de cancha hacia adelante.

Lanús salió a jugar el complemento con los tapones de punta. Y a base de empuje, puso a River contra las cuerdas durante los primeros diez o doce minutos iniciales. Fritzler cabeceó a la salida de un tiro de esquina de Valeri, por arriba. En otra, Blanco asistió muy bien a Acosta por izquierda y éste definió de zurda, aunque sin potencia. Carrizo controló sin problemas.

Tardaron en reaccionar los dirigidos por Simeone. Lo hicieron cerca de los quince. Augusto Fernández avisó con un derechazo bajo, que salió desviado, luego de un gran pase de Buonanotte. El chiquitín estaba inspirado y era quien llevaba mayores complicaciones a la defensa local. Y justamente fue su presión la que, en una jugada que parecía perdida, encontró a Falcao. El goleador giró y le dio de zurda. Desvío y al corner.

La notoria mejoría de River tuvo sus frutos a los veintitrés. Buonanotte, el mejor de la cancha en ese momento, recibió de espaldas al arco a unos metros del área, giró y se fue. Encaró a Bossio, se recostó apenas sobre su izquierda y resolvió con categoría. Toque cruzado ante el arquero y a festejar. El equipo del Cholo conseguía un triunfo enorme en un partido durísimo y se afirmaba arriba.

Con la ventaja, Simeone metió mano. Entraron Abreu por Falcao y Ponzio por Ahumada. Y Lanús fue con todo a buscar el empate. Sobre todo, por arriba. Bombardeó de centros el área millonaria y en uno de esos tantos intentos, a trece del final, encontró su gran oportunidad. Villagra agarró a Sand y Pezzotta no dudó. Penal. Cabrero, casi a los gritos, dio la orden de que Pepe se hiciera cargo, pese a que el delantero había fallado uno ante Estudiantes, el miércoles por la Copa. El goleador se paró frente a la pelota, tomó distancia y metió el sablazo, apenas levantado del piso. Pintaba bien. Pero bajo los tres palos estaba Carrizo, ese Santo que tiene River. El número 29 se agigantó por enésima vez, voló sobre su derecha y tapó el remate. Brillante, para mantener el cero en su arco en un momento clave.

Y esto, lógicamente, golpeó en el ánimo granate. El conjunto de Cabrero fue a la carga por todos los medios, con muchísimo amor propio y más voluntad que ingenio. Pudo haber empatado, pero también estuvo cerca de perderlo por más. Porque en cada contra, con el vértigo de Alexis Sánchez y Buonanotte, la visita inquietaba a una defensa que, jugada, estaba desarmada. El uno a cero quedó sellado después de los cuatro minutos de descuento y Simeone estalló. El técnico frunció el ceño, apretó los puños y miró hacia donde estaban sus hinchas. El grito se escuchó hasta Núñez. River sumó tres puntos trascendentales y se consolida en lo más alto de la tabla.