martes, 20 de mayo de 2008

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Llegamos a las 700 visitas y hay una nueva sección: LOS RECOMENDADOS DE LA FECHA, aquí van a estar los partidos que no te podes perder en esta fecha, con sus horarios, el estadio y quien televisa.

"Si digo lo que pienso se arma un lío bárbaro"



Del otro lado de una puerta, el plantel debatía qué postura tomar ante el nuevo escándalo del club: el disgusto de varios futbolistas y de Diego Simeone por distintas actitudes de Ariel Ortega. Una reunión de casi media hora de la que no participó el DT, pero que no fue la única. El sábado, apenas el tema se hizo público, los jugadores ya habían empezado a delinear la estrategia a seguir en la concentración del Monumental. ¿Cuál? Desmentir todo, abrazar al 10 y dejar el tema ahí.

Como venía haciendo en las últimas semanas, prefería dejar pasar el tiempo y esperar a que disminuyera el fastidio que le provoca no sentirse importante. Así, con ese ánimo, apareció ayer en Ezeiza. Y no le cambió la cara ni siquiera cuando el Profe Ortega le informó que en lugar de entrenarse con los que no habían jugado ante Independiente, se movería con los que habían sido titulares. Serio, triste, el jujeño no habló durante los 20 minutos que el grupo se movió en el gimnasio. Sólo amagó una sonrisa cuando se cruzó Pichi Quiroga y el utilero le hizo un chiste.

Después de un entrenamiento solitario y sin demasiada exigencia, el 10 se arrimó al grupo. Y ahí, a la vista de todos, Eduardo Tuzzio y Sebastián Abreu se le acercaron. Sentados sobre una heladerita, el defensor y el Loco hablaron bajito para evitar que la charla se escuchara desde el playón, donde esperaban unos 30 periodistas. Fueron unos diez minutos. No hubo sonrisas. Tampoco gestos claros. Pareció un acuerdo para salir del paso. Una idea que tomó fuerza casi una hora después, cuando Ortega salió y, sorpresivamente, decidió encarar a los medios. "Me molesta que se hable de mí porque hay otros problemas, pero con mi nombre se tapan un montón de cosas. Yo jamás dije que quería irme de River. Quiero terminar mi carrera acá. Lo que me pone fastidioso es no jugar", arrancó muy seguro. "En el partido contra San Lorenzo me daban ganas de ponerme solo. Y a veces, cuando estoy en el banco y veo que no voy a entrar, pienso en pararme e irme al vestuario". Pero apenas se le preguntó por qué cree que no logra continuidad, subió el tono. "No sé, no lo entiendo porque yo no perdí el puesto en la cancha, aunque si digo lo que pienso sobre algunas cosas, se arma un lío bárbaro", dijo en el Súper (canal Metro) ¿Qué evitó decir? Lo que publicó el diario Olé en su edición del sábado y desató la furia de varios jugadores. Primero, la ira que le genera al ídolo no sentir el apoyo que Simeone le había dado cuando lo convirtió en el capitán del equipo. "La relación que tengo con el técnico es la normal: él es el entrenador y yo un jugador". Esa misma distancia la puso para referirse a otro de los temas por los que sufre: la poca sintonía que encuentra dentro del plantel. Es que si bien aclaró que no está "peleado con ninguno y confío a muerte en ellos", enseguida aceptó que "tampoco son mis amigos". Los únicos que salieron menos machucados fueron los dirigentes, a los que el jujeño no deja pasar oportunidad de recordarles que le adeudan buena parte de la prima. Aunque tampoco se la llevaron gratis: "Ustedes saben las cosas que pasan en la institución. No hace falta hablar más".

"Jugué con el corazón"


De la declaración a la consolidación, de la crítica al elogio y de la rectificación al reconocimiento... Así, directamente y sin frenar. No existieron estaciones intermedias para los humores de Oscar Ahumada ni para las consecuencias generadas por estos mismos. En una semana oscilaron cerca de los extremos, cruzando veredas hasta aterrizar en estas arenas algo más tranquilas. El clásico lo redimió. Le dio confianza a su corazón y cierta calma a los hinchas que habían entrado en situación de piquete.

Oscar es consciente de esta transformación. "Me siento bien. Es que jugué con el corazón", le explicó a su círculo íntimo. Razones le sobran. Sabe que pasó la más difíciles de las pruebas, en un clima hostil, con banderas al por mayor y cadenas de e-mail pidiendo su cabeza, con una exposición gigante y en medio de palabras cruzadas con los dirigentes. "Fue el primer paso. Ahora viene el segundo, que es jugar en el Monumental", agregó, realizado. Es cierto: una cosa es correr a espaldas de 7.000 personas que ocupan una cabecera del Cilindro y otra es experimentarlo con la San Martín de costado, la Belgrano del otro y la fuerza de la Sívori desde el otro vértice. Pero ésa será otra historia. Faltan cinco días para recibir a Huracán, tiempo suficiente para seguir anestesiando enojos. Por lo pronto, los insultos se fueron transformando en silencios y luego en tibios aplausos. El mismo percibió el cambio en la sensación térmica mientras raspaba, transpiraba, distribuía y se convertía en la figura del partido.

Definitivamente, jugó mucho mejor de lo que declaró. Ya no tenía manera de volver atrás de su lapsus. Pero sí de tener revancha con eso que le pidió a la hinchada de River: huevos. Lo hizo con el estrés a cuestas, haciendo trabajar horas extras a su ego extra large. Su capítulo, igualmente, no pasó al olvido ni ha sido erradicado de la memoria de los hinchas. Lo que dijo, quedó. Es indeleble. Y posiblemente cargue esta huella por el resto de sus días. Pero momentáneamente su situación quedó en un segundo plano. Ayer la atención de la agenda-River hizo foco en el conflicto de Ortega con sus compañeros, en cuya interna Ahumada quedó indemne. Y no es un dato menor que no haya sido uno de los responsables de la embestida contra el gran ídolo.

Tras la charla del viernes con Aguilar y luego de la postergación de la reunión de la Comisión Directiva para tratar su posible sanción económica, Ahumada se llamó a silencio. Ahora su objetivo es recuperarse del dolor en el muslo izquierdo, molestia que lo obligó a dejar la cancha a los 29 minutos del segundo tiempo, cuando quedó tirado al lado de los carteles de publicidad y sus piernas le decían basta (es que había jugado casi media hora rengueando). Ahumada ayer no participó de la sesión de ejercicios regenerativos a la par de los otros que fueron titulares en Avellaneda. Por la tarde tuvo que ir a realizarse estudios para descartar alguna lesión muscular. De todos modos, él no se imagina fuera del equipo que el sábado enfrentará a Huracán. Con posibilidades de emigrar a Europa en el receso de invierno, sueña con terminar el semestre de la mejor manera. Esto significaría un campeonato. O sea, un poco de gloria para quedar en la historia. Pero la buena.

INDEPENDIENTE 0 - 0 RIVER

Llamó la atención el planteo de Simeone. Con Ponzio de lateral derecho primero, alternando con Ferrari. El regreso al 4-3-1-2, Ahumada batallando en el medio contra todo el público del estadio, propios y ajenos. Abelairas y Augusto Fernández por los costados. Buonanotte de enganche, Abreu y Falcao. En principio, el cambio de disposición táctica llevó desorden a River. Urgido por la situación, con vergüenza, atacaba más que Independiente en el inicio, aunque sin claridad.

Fue más simple y más hiriente, en definitiva, lo de Borghi. El 4-4-2, bien plantado. Denis molestando siempre a los centrales Cabral y Nico Sánchez. Aprovechando cada pelota parada en los pies de Montenegro. Machín y Pusineri copando el medio. Y una defensa liderada por Guillermo Rodríguez dispuesta a neutralizar los centros que llegaban para el Loco Abreu.

Mejor parado, con otra actitud, Independiente comenzó a marcar diferencias con su rival. Empujado por su gente, por Pusineri que peleaba en el medio, y por los diez año que lleva sin ganarle a River... A los 27, llegó la jugada más clara del primer tiempo. Pusineri ganó en el medio y tocó para Fredes. El volante encaró a Augusto Fernández y sacó la falta y la amarilla para el Negro. El tiro libre de Montenegro iba al arco, pegó en la cabeza de Nico Sánchez. Le quedó a Matheu que remató incómodo. Un nuevo desvío le dejó el gol a Pusineri, que definió débil y mal parado en el área chica. Carrizo, que saltaba de un lado para otro, según el cambio de dirección de la pelota, se arrojó justo y detuvo el balón sobre la línea. El Rojo ya hacía méritos.

Quedaba casi mano a mano Independiente atrás. Pero Matheu y Rodríguez supieron frenar a Buonanotte, el único de River que intentaba algo diferente. Montenegro se frenó para los 30. Un tirón en su pierna derecha no lo dejaba correr con plenitud. Aunque le pidió a Borghi que lo deje en el campo. Y a los 42 pudo haber convertido el Rolfi. Denis habilitó a Machín por derecha, llegó el centro y Monetengro anticipó en el primer palo, aprovechando que los centrales y el arquero se quedaron clavados en el piso. Lo sobró el centro al Rolfi, le quedó a Fredes por atrás, pero tampoco pudo definir. Un minuto más tarde, Mareque probó desde lejos. Cerca. Mereció algo más el local en el primer tiempo. River, muy nervioso, no encontraba los caminos hacia el arco de Assmann.

Muchas cosas pueden pasar en seis minutos. Que Carrizo sea insultado por la gente de River cuando fue a ocupar el arco de la tribuna visitante. Que Montenegro se quede en el vestuario lesionado (en su lugar ingresó Sosa) y no salió para la segunda mitad. Y que Ortega entre en lugar de Augusto Fernández. Pero entre un cambio y otro, Independiente pudo haber abierto el marcador. Justo los dos hombres más cuestionados protagonizaron la falla de River. Ahumada se la pasó exigida a Carrizo que no la quiso tomar con las manos. Intentó una tijera, pero Sosa lo anticipó de cabeza. Era gol, pero Nico Sánchez la sacó en la línea.

Ortega enseguida se hizo dueño del equipo. Agarró la peloya y la lanza y le dio claridad al juego de River. No ayudaban Falcao, ni Buonanotte. Pero el Burrito se las ingeniaba para generar peligro. Primero con un pase a Abelairas, que remató débil a las manos de Assmann, y después con un desborde por izquierda. Levantó River. Tuvo otra, con un remate de Buonanotte, que se fue desviado. El Rojo, desestabilizado, ahora apostaba por la contra.

Cada vez más atrás Independiente, como si hubiera renunciado a atacar. Ortega le cambió la cara a River, entonces el visitante empezó a empujar al local contra el arco de Assmann. Buonanotte ganó la falta en la puerta del área a los 23. Y Ortega se perfiló como para clavarla en el ángulo. Engañó a todos el Burrito y le pegó por abajo, al palo del arquero. Apenas afuera. Aprovechó Simeone el envión que le dio Ortega y mandó a Alexis Sánchez en lugar de Ahumada para ir en busca de la apertura del marcador.

Todos al ataque en River, Independiente tenía espacios para la contra. Vitti había ingresado por Machín y manejó la primera con un pase para Sosa. El delantero le pegó mal, por arriba del travesaño cuando sólo tenía a Carrizo enfrente. En la siguiente, el propio Vitti definió de zurda, cruzado, afuera. Y una más pisando el cierre del partido. Denis tocó por derecha para Fredes en el área, que tiró el centro atrás y Sosa se arrojó, conectó el balón, pero se perdió afuera. Fueron vibrantes los últimos minutos en Avellaneda. Pudo ser para cualquiera, pero no fue para nadie. River perdió la punta y ahora corre de atrás a Estudiantes. Borghi sigue invicto en un Independiente que ya piensa en el próximo torneo.