lunes, 2 de junio de 2008

COLON 1 - 2 RIVER

Se vio un River distinto en Santa Fe. Desde lo estratégico, con Abelairas a la derecha de Ahumada. Desde la idea, con más pausa. Desde la cabeza, con un espíritu granítico. De principio a fin, convencido de lo que debía hacer para por fin ganar un partido importante, de ésos que dejan marcas positivas.

Simeone volvió a modificar una formación, hizo cambios arriesgados (sacar a Buonanotte lo fue), metió a Alexis Sánchez y el chileno convirtió un gol clave, mandó a la cancha a Ríos y el pibe armó su mejor jugada personal desde que es jugador de River (la del 2-0), piloteó la tormenta con gestos ampulosos e inteligencia y se puede adjudicar el golazo de Villagra por toda la confianza que le dio al lateral.

Ahumada, el caso Ahumada, es un fenómeno en sí mismo. Crucificado por la mayoría de los hinchas, jugó como jugaría cualquiera de esos fanáticos si un día se ponen la camiseta de River en un momento tan caliente y decisivo. Le costó 10 minutos acomodarse al partido y, desde entonces, fue uno de sus dueños. Cortó, la pasó bien, fue vertical, defendió en su área (sacó una bola que quemaba a dos metros del arco en el descuento) y, en inferioridad numérica, inventó el auto-relevo. Tal vez la gente nunca lo perdone, pero estará más cerca si repite proezas así. Ni los 14 jugadores locales juntos se entregaron como se entregó Ahumada.

Y la tercera pata de la reivindicación es Ortega. La asistencia a Villagra tiene que ser el mejor pase gol del torneo. Generar tres amonestaciones es una muestra de que todavía lo deben bajar para pararlo. Esa zambullida en el área refleja una marca registrada. Dejar la pelota muerta en su empeine después de un rechazo provoca un "uuuhh" pletórico de la platea de Colón. Ortega contagia, aún tiene hilo y más aun todavía puede romper partidos siendo titular.

A Colón le faltó de todo: decisión, inteligencia, profundidad, amor propio y variantes. No es casualidad su lucha. Ese arrinconamiento del final pareció ficticio, de un batallón con balas de cebita, escaso para quebrar a un rival que se levanta de sus propios padeceres y va. El fútbol y su historia también se alimentan de contrastes. Por eso, si River hubiera hecho el 1% de lo que hizo ayer en aquel fatídico desenlace contra San Lorenzo, la Copa todavía sería algo tangible. Ya no lo es, pero un nuevo título se dibuja cristalino después de cuatro años malos. Y River está tan cerca porque ganó el partido del campeonato. Así de simple, de difícil y de reivindicatorio.